Los abonos verdes se siembran justo después del trigo, en cuanto los gansos y las gallinas han limpiado el campo. Sembramos una gran mezcla en 5 a 9 hectáreas de habas o guisantes, avena o centeno de bosque, facelia, mostaza, vezas y tréboles. Permanecerán allí hasta la primavera, cortadas por el rebaño de ovejas de las Landas, que se dará un festín con estas plantas llenas de nitrógeno del cielo, que han atrapado en sus raíces bajo el suelo, capturando así el carbono del cielo (y el nitrógeno) en el suelo, para que pueda ser atrapado. Además de alimentar el suelo con abono gratuito para la próxima cosecha (nitrógeno gratis del cielo), es una forma eficaz de descarbonizar la atmósfera y luchar así contra el calentamiento global. El suelo no debe ararse nunca, pues de lo contrario se liberaría el carbono almacenado durante años en él. Año tras año, la capa superior del suelo se descompacta, bajo el trabajo de las raíces de los abonos verdes pero también de las lombrices y otras vidas subterráneas vitales para practicar la agroecología. Como la naturaleza está bien hecha, a los gansitos que nacen al mismo tiempo (de marzo a junio) les encantan estos abonos verdes recién cortados y que les permiten desarrollarse saludablemente. Pero también las ovejas que necesitan comerlo para amamantar a sus crías recién nacidas. Le seguirá el maíz, luego el trigo y, por último, de nuevo el abono verde en una rotación estacional invariable.
Los animales, ovejas, gansos, gallinas son fundamentales en este sistema, sin ellos, la escarda y la fertilización complementaria serían imposibles. Las razas antiguas de animales son fundamentales para practicar este tipo de agricultura agroecológica, sin productos químicos y de forma natural.